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Huberto Batis, (D)escrito

Todas las mañanas al llegar al CEVIDI una de nuestras primeras tareas consiste en revisar la presencia mediática de quienes forman parte de la pléyade de creadores que se vinculan con La Ruptura. Además de conformar un archivo digital, este seguimiento puntual nos permite evaluar las necesidades de información y analizar, entre otros asuntos, el impacto de las actividades de difusión que organizamos. No sucedió de esta forma el pasado jueves en que, por diversas circunstancias no pude emprender la actividad que también me permite acortar la distancia con la Ciudad de México. Cuando el ajetreo del día mermó me enteré de la desafortunada noticia del fallecimiento Maestro Huberto Batis y a partir de ese día he contemplado los numerosos escritos y testimonios, sobre todo de quienes se consideran deudores de la generosidad que lo caracterizaba. Él, como bien apunta Roció Barrionuevo en Confabulario, “se dedicó a difundir la obra ajena, descuidando la propia (…) y convirtió a muchos en adictos al trabajo. No había otra”. 


Agustín Huberto Bátiz Martínez nació en Guadalajara, Jalisco el 29 de diciembre de 1934. En su tierra natal comenzó una revista en mimeógrafo cuando era estudiante de secundaria, actividad que continuó en la preparatoria con la publicación de cuentos en la revista del Instituto de Ciencias de Guadalajara y en los periódicos El Informador y El Occidental. 

Alrededor de 1954 inició la carrera religiosa en el juniorato jesuita de San Cayetano, donde estudió las letras clásicas y desarrolló su pensamiento crítico. Tras darse cuenta de su vocación literaria, su madre consigue que el gobernador de Jalisco, Agustín Yáñez, le escriba tres cartas que le abrirían paso a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al Centro Mexicano de Escritores y al Colegio de México. En esta época conoció a Juan García Ponce, con quien compartiría una amistad de casi medio siglo que se cultivó, entre otras afinidades, por el “mutuo vicio de hacer revistas” [1]. Juntos conformarían lo que Armando Pereira [2] identificó como Generación del Medio Siglo: 

"Muchos de ellos venían de provincias - Guadalajara, Veracruz, Sinaloa, Yucatán - buscando tal vez en la ciudad de México un horizonte más amplio para desplegar sus inquietudes literarias (...) compartían no sólo una misma voluntad para escribir, sino también una concepción semejante de literatura; podría decirse que una red de túneles y pasadizos secretos comunica la obra de ellos". 

En el Centro Mexicano de Escritores también conoció a Sergio Galindo, quien le publicó en 1958 su cuento, El rumor del silencio, en La Palabra y el Hombre. De este escrito Batis reconoció a la postre en Lo que Cuadernos del Viento nos dejó (1984) que el tema escondía problemas muy familiares, aunque a la inversa [3]Dicha obra, junto a Por sus comas los conoceréis (2001) y, de manera más reciente en su columna en El Universal registró su trabajo como editor y crítico literario. Su labor sería contundente en la transición entre los grandes escritores anteriores a 1960 y los miembros de su generación compuesta también por Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Juan Vicente Melo, Inés Arredondo, Tomás Segovia y Emmanuel Carballo.


Batis fue un dedicado alumno de la Facultad de Filosofía y Letras y desarrolló su tesis de Maestría en Lengua y Literatura Españolas reuniendo los ejemplares de la Revista El Renacimiento de Altamirano. De manera paralela trabajó en el Banco de México haciendo la revista Banxico y en la Imprenta Universitaria de la UNAM (1957-1967). 

Tras la dura crítica de Antonio Alatorre a su cuento Las ataduras (1961), Batis abandonó a la escritura creativa y se dedicó de lleno al análisis y el ensayo. Su carrera periodística inició un poco antes, en 1960, como miembro de la tercera época de la Revista Mexicana de Literatura (1960-1965) y con la publicación de Cuadernos del Viento, proyecto que dirigió con Carlos Valdés hasta 1967. En ese año sus maestros Agustín Yáñez, Director de la SEP, y José Luis Martínez, Director del INBA, lo invitaron a dirigir la Revista de Bellas Artes, donde permaneció hasta 1967. Año en el que inició sus funciones como coordinador junto con Beatrice Trueblood en las ediciones de los XIX Olímpicos (1967-1969). 

En 1977 Arturo Azuela lo invitó a colaborar en el periódico Unomásuno y comenzaría una etapa crucial en su carrera y en la historia del periodismo cultural: la creación del suplemento Sábado. Además, Batis por 57 años dio clases de teoría literaria en la carrera de Letras y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ahí y también desde las páginas literarias de revistas, periódicos y suplementos formó a una gran cantidad de escritores entre los que destacan Alberto Ruy Sánchez, Adolfo Castañón, Guillermo Sheridan y Malva Flores. Confío en que ellos continuarán con el legado de quien rompió con las dinámicas de los suplementos culturales a través de “una propuesta que fue tanto innovadora como plural y subversiva”, por emplear las palabras de Aleida Argueta Castañeda.  

Referencias

[1] Juan García Ponce, Personas, lugares y anexas, México, Joaquín Mortíz, 1997, pp. 143. 

[2] Armando Pereira, La Generación del Medio Siglo En: Juan García Ponce y la generación del Medio Siglo, México, Universidad Veracruzana, pp. 128.

[3] Huberto Batis, Lo que Cuadernos del Viento nos dejó, México, Editorial Diógenes, 1984, pp. 18 y 19.