Por Miguel Ucan*

Hombre y esqueleto. Gouache y Tinta Sepia sobre papel, 1980. 

La primera vez que estuve frente a la obra del maestro Francisco Toledo (1940) fue en 2017, en tres exposiciones paralelas, una en el Museo Fernando García Ponce – MACAY: El maíz de nuestro sustento, la cual era una serie de fotografías intervenidas por el artista en años recientes; otra en el Centro Cultural Olimpo, proveniente de una colección del Museo del Estanquillo titulada Toledo-Monsiváis, la cual era una recopilación de una parte de su extensa obra acompañada de escritos de Carlos Monsiváis y, la última, en el Museo de la Ciudad de Mérida: Pinocho por Toledo, el trabajo ilustrativo y autoral del cuento de pinocho. Con objetivos distintos, claramente está que en la segunda exposición se podía apreciar con más facilidad el estilo formal y de contenido de Toledo a lo largo de varios años, que fue la que me ayudó a poder analizar en conjunto la obra del artista oaxaqueño.

Para un recién iniciado en el trabajo artístico de Toledo -como el escritor de esta entrada y quizá para algunos(as) lectores(as)- podemos advertir algunas características formales de manera muy escueta. A Toledo lo reconocemos por el uso de una paleta de colores que se ha vuelto homogénea; colores cálidos como el naranja de un metal en estado de oxidación, o cafés como la tierra, la mierda y el lodo. Trazos sin ataduras, pero con potencia y decisión. Más naturales que rebeldes, es decir libres como los animales, pero conservando su raciocinio. La obra de Toledo sigue siendo figurativa, y se puede diferenciar dos líneas de trabajo que se complementan y se excluyen para encontrar un equilibrio. Toledo camina erguido usando la gráfica, la pintura, la cerámica, la escultura o el collage, pero no tiene problema con sacar su lado animal y trabajar con elementos naturales como la tierra, el amate tejido o la cera. Se columpia como los monos; de técnica en técnica y de lo humano a lo animal; plasma figuras andróginas, calacas y figuras representativas de la cultura mexicana como los luchadores o al mismísimo Benito Juárez, pero también chapulines, ranas, murciélagos, peces, aves, etc.

Cuaderno de la mierda No. 2

Una de las obras presentes en la exposición Toledo-Monsiváis fue una de Benito Juárez en avioneta, la cual pertenece a la serie Lo que el viento a Juárez, presentada en 1986 en la Galería López Quiroga en la Ciudad de México, no obstante siguió recurriendo al tema en años venideros. Toledo se permite trabajar con la figura de Benito Juárez, que ha sido inmortalizada e idealizada en una imagen que es representativa y es vista por todos los mexicanos desde la educación primaria así como en los billetes, con Toledo rompe la serenidad y el formalismo. Juárez se convierte en un aventurero capaz de realizar diferentes acciones como pilotear, bailar, ser crucificado, degollado. Sin embargo, no se puede desmitificar a Juárez, siempre mantendrá su hieratismo. Si la figura no cambia, su circunstancia es la que lo hará. Juárez patinando en Nueva Orleans, Juárez contra el león, Juárez recibe a la muerte, Juárez saliendo del paso Texas, Juárez limpiándole la cara a un becerro, Juárez bailando la danza de los zancudos, etc.

Fotografía en exposición Toledo-Monsiváis

¿Existe ruptura en Toledo? En la obra del maestro está presente la experimentación de las formas y los materiales, la obra se nutre de los orígenes oaxaqueños del artista, así como de sus vivencias de pequeño, pero no los restriega a la cara, no es nacionalista. Prefiere la naturaleza pues es el sitio en el cual animales y humanos conviven. En Toledo hay carga sexual, hay libertad creadora tal como Rufino Tamayo el modernista solitario con el cual Toledo tuvo contacto.

¿Se podría considerar un artista de la generación de La Ruptura? El maestro iba y venía. Estuvo en París de 1960 a 1965. Regresó a México, pero prefería irse a Oaxaca no obstante estaba en la Ciudad de México por periodos de tiempo. En 1977 se instala en Nueva York, regresa en el 81 a México. Tomando en cuenta lo anterior, no pertenecería a la generación, ya que no se encontraba en el lugar físico de La Ruptura, se podría decir que Toledo estaba descentralizado. ¿Pero para pertenecer era necesario estar físicamente en la Ciudad de México? Toledo iba por su lado a pesar de eso no trabajaba en aislamiento. Monsiváis decía que “Toledo no es un artista en solitario, pertenece a un pueblo, a una estética y a una historia” (1) Se tendría que redefinir, que significa pertenecer a un movimiento para poder contestar.

Mica fish, Mica y tinta sobre papel, 2001

Para concluir, ¿Francisco Toledo es un artista de Ruptura? Yo diría que Toledo es un artista que arrastra un ancla, no está encallado, pero tampoco navega a gran velocidad en altamar, es decir que, sí es de ruptura, pero a la vez no. En palabras de Carlos Monsiváis -escritor recurrente de su obra- “Toledo es en síntesis, una ruptura y una continuidad de la tradición” (2) ¿Qué piensa el/la lector(a)?

Bibliografía

(1 y 2) Carlos Monsiváis, Toledo, México, Museo Biblioteca Pape, 1983

Ediciones Heliópolis, Los cuadernos insomnes de Toledo, México, CONACULTA-INBA, 1993.

Pinacoteca Diego Rivera, Francisco Toledo Gráfica 1998-1999, México, INBA-Universidad Veracruzana-Instituto Veracruzano de Cultura, 1999.

Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, Francisco Toledo Lo que el viento a Juárez, México, Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, 1999.

Galería Juan Martín, Francisco Toledo Gráfica 1998-1999, México, Galería Juan Martín-Galería Quetzalli, 1999.

Fotografías:

(1) Recuperada de: http://www.franciscotoledo.net/man-and-skeleton/

(2) Recuperada de: https://www.jornada.com.mx/2003/02/17/02an1cul.php?printver=0

(3) Fotografía de biblioteca personal

(4) Recuperada de: http://www.franciscotoledo.net/isinglass-sea-mica-fish/

Fotografía de portada realizada por Fernando Luna Arce para Forbes México recuperada de: https://www.forbes.com.mx/el-brujo-de-juchitan/

* Estudiante de la Licenciatura en Artes Visuales y apasionado del cine.