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Las cartas de Vlady

En vísperas del natalicio número 99 de Vlady, quisimos traer a la mesa de reflexión del blog un aliciente para los interesados en participar en el Coloquio CEVIDI 2019. En una entrada anterior aludimos a la biografía del pintor ruso-mexicano a través de la (re)lectura de textos considerados como fundamentales para entender sus primeros años de vida. Ahora, me propongo abordar su faceta como crítico de un tiempo en el que se evidenciaba una ruptura con el muralismo y la escuela mexicana de pintura. Para llevar a cabo tal cometido, me remitiré a las Cartas al lector, las cuales se encuentran digitalizadas y disponibles para su consulta en la página web del Centro Vlady. 


Durante trece años, de 1957 a 1970, Vlady escribió una hoja suelta que tenía un propósito catártico ante la censura que siempre lo acompañó. Para él, las galerías, los críticos y los medios de comunicación muchas veces interferían el contacto que pudiera tener con su público, el cual Tristán Neva describió de la siguiente manera, cuando refería a la exposición de Enrique Echeverría en la Galería Proteo:

“Nuestro condescendiente visitante de exposiciones y lector se extrañará de esta mezcolanza de aprobación y crítica, pero tal es nuestro propósito, al fin que no escribimos para periódicos sino para usted y nosotros” [1]

Así, el lenguaje empleado en dicha correspondencia involucró a sus destinatarios, quienes también fueron invitados a partir del número 3 a escribir y enviar sus comentarios y reflexiones a distintas partes de la Ciudad de México (Mesones 14, Oslo 5-3 y Ferrocarril del Valle 70) y Acapulco, Guerrero (Jardín Mozimba). Era como arrojar mil cartas al océano en espera de un interlocutor, pues según consideraban sus autores “el arte no pretende cambiar el mundo, sino al hombre”. 

En “Carta al lector” escribieron de manera individual Vlady y Tristan Neva, mientras que de manera colectiva podemos referir la firmada colectivamente en el número 10, en la que Vlady, Echeverría, Gironella, Maka y Fernando García Ponce definían su postura y sus sentimientos ante el encarcelamiento de Siqueiros en Lecumberri: 

“Es un artista; como tal lo juzgará el futuro; tendrá en el arte el sitio que le corresponde […] En fin, tomemos partido por la libertad de conciencia y la dignidad del hombre que disiente de los poderes, si los perseguidos son hombres de buena voluntad y honrados. Reivindiquemos la dignidad humana y los derechos del ciudadano por encima o a pesar de la política” [2]


En ese mismo número se da cuenta, mediante una sección emergente intitulada Noticiario, que los presos políticos comenzaron una huelga de hambre “hasta que se les juzgue y que se defina su situación legal”. A los tres días siguientes, un grupo de intelectuales se unieron a la causa, entre los que se encontraban: Emmanuel Carballo, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y Sergio Pitol. Tuvo que pasar una semana para que los jueces dieran su fallo y se diera por terminada la huelga de hambre de ambos grupos. 

El cometido político de “Carta al lector” se cimentó en la creencia de que el artista, ante todo, es hombre y ciudadano. De esta manera los textos solían exponer sobre Tamayo y Siqueiros en una misma página, ya que según sus autores “estos hombres han sabido llevar sus diferencias de carácter al estilo de su obra”. Tal es el caso del número 11, el cual fusiona verbo y dibujo en la siguiente arenga [3]:

                            Tamayo (T): El pintor se produce pintando

                            Siqueiros (S): El pintor debe predicar y luchar

                            T: Sí, pero pintando

                            S: Poniendo la pintura al servicio del mito más hermoso

                            T: Tu mito es falso, además caben otros

                            S: No hay más ruta que la nuestra

                            T: Ya ves que sí

                            S: Yo sirvo al pueblo

                            T: El pueblo es el ineludible heredero de todo arte perdurable

                            S: Pero yo lo digo claramente: pueblo, tú sufres; ¡lucha, éstos son tus enemigos!

                            T: Esto es política y yo solo soy pintor, y el pintor habla a cada uno de los seres humanos

                            S: Tú hablas a los cultos, a los privilegiados

                            T: Se escribe para los que saben leer

                            S: Tú estimulas a la injusticia sirviendo a los privilegiados

                            T: Tú te engañas creyendo que pintas para los ignorantes


Además de Tamayo, por “Carta al lector” desfilaron sus congéneres Lilia Carrillo, Enrique Echeverría, Alberto Gironella y Roger von Gunten, cuya obra fue objeto de un análisis crítico que pretendía ser imparcial al margen de las amistades que profesaban con Vlady:

“Así que resulta que coincidimos con los que exigen una postura ética al artista, ¡Perdonadme, Lilia y Felguérez!, créanme que me siento muy incómodo de coincidir con los dogmáticos Raquel y Rodríguez, pero no estoy dispuesto a reducir a la pintura a pura pintura. Existe una tendencia a la especialización en las ciencias, en la técnica y en la medicina, pero queremos que el arte se sustraiga a eso y sea algo más” [4]

Al hablar de ellos, se describía a sí mismo, sus temores y sus contradicciones. Dueño de un saber enciclopédico de tres culturas, Vlady pronto encontró una falla en el arte moderno que le convenció de que todos sus contemporáneos estaban en un error, por lo que se concentró en un diálogo íntimo con los maestros: Giorgione, Tiziano, El Greco, Rembrandt y Rubens. Para Vlady “el arte es, por antonomasia, la actividad metafísica del hombre. El arte puede salvar al hombre. Pero primero hay que salvar el arte”.  

Notas

[1] Tristán Neva, Exposición Echeverría, Carta al lector, Núm. 5, abril 1958. 

[2] Vlady, Enrique Echeverría, Gironella, Maka y Fernando García Ponce, Al pan, pan y alvino, vino, Carta al lector, Número 10, noviembre de 1960.

[3] Vlady, Disentimientos, Carta al lector, Número 11, abril de 1962.

[4] Vlady, Exposición de Tamayo y Siqueiros, Carta al lector, Número 11, abril de 1962.