LOS CORONEL SI TIENEN QUIEN LES ESCRIBA (I/II)
El 24 de octubre el artista y pintor zacatecano Rafael Coronel estaría cumpliendo 88 años de edad. Su lamentable deceso, ocurrido en mayo del presente, fue ampliamente comentado en los medios de comunicación, ya que figura como uno de los representantes más definidos del Nuevo Expresionismo Mexicano. Por tal motivo, abrimos un espacio del blog CEVIDI para presentar los años en que él y su hermano, Pedro Coronel, coincidieron con nuestro objeto de estudio. Corresponde esta primera entrega al creador que fue pionero por su tratamiento de las ratas como metáforas psicológicas.
Rafael Coronel Arroyo se formó en la Escuela Nacional de Arquitectura, en la Ciudad de México y, en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura “La Esmeralda”, donde tuvo como profesor a Carlos Orozco Romero. De ese periodo Coronel (1986, p. 171) comentó:
“Cuando vine a México, por 1953, me entusiasmé por el arte cuando vi la pintura mural, y me gustó más que la arquitectura. Yo era un buen dibujante de casas, me echaba una casa así, rapidísimo, los arquitectos me decían: “Vente a trabajar aquí”. Pero yo era un vagazo de primera. Dejé la arquitectura como si nada y me metí a La Esmeralda”.
Pronto dejó también La Esmeralda, pero no su trayectoria como pintor. En 1953, a los veintidos años, debutó en dos exposiciones colectivas, una en la Galería de la Biblioteca Cervantes y otra en la Galería Excélsior. De esta primera época como pintor rememora:
“Yo empecé siendo un pintor completamente abstracto. Mis primeras pinturas de hace treinta años no tienen figuras, plano aquí, plano allá, con mucha textura. Cuando empecé a viajar me dí cuenta de que todas las galerías estaban saturadas de esa clase de pinturas que ya sólo las compraban los tejanos para ponerlas en casa de campo, cerca del pozo petrolero” (Coronel, 1986, p. 176).
Al año siguiente, en 1954 obtuvo una recomendación de Carlos Mérida, lo que le permitió su ingreso a la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor, quien lo ubicó como su pintor exclusivo y le organizó una exposición en 1960. El encuentro de Coronel con la dealerde mayor trayectoria del México de aquel entonces fue descrito de la siguiente forma (Coronel, 1986, p. 172):
“Inés Amor empezó a ver mis cosas, agarraba una pintura y con indiferencia la ponía a un lado, luego agarraba otra y lo mismo. Poco a poco me fui deprimiendo y me sentí mal porque no decía nada. Yo pensé: “Ni modo, pero seguiré pintando”. Finalmente dijo: “Pues me deja estos. Coronel tiene usted talento, pero le falta trabajo. Para que yo tome un pintor necesito saber dónde vive, a qué horas se levanta, a qué horas desayuna, a qué horas pinta, a qué horas regresa a su casa, quién es su novia, todo eso, de manera de saber cómo controlarlo y qué actitud tomar”.
Su relación con la Galería de Arte Mexicano duró hasta el fallecimiento de Inés Amor, acontecido en 1980. Durante el tiempo que perteneció a la Galería se lograron vender entre 1,500 y 2,000 cuadros de Coronel. En las memorias de la galerista quedó también grabado aquel primer encuentro y su parecer sobre el joven artista (Amor, 2005, pp. 206-207):
“Además de toda esa facilidad de ejecución siempre tuvo Rafael otra ventaja, muy grata pero también muy peligrosa: éxito de público y venta inmediata y explosiva. Ya en la exposición de Bellas Artes se peleaban por comprar esos primeros dibujos que sabiamente la galería había puesto a muy módicos precios: $150 a $300. Pero ese mismo éxito lo ha acompañado toda su vida en forma muy alarmante”.
La exposición a la que hace referencia Inés Amor se realizó en 1959, la cual además de ser su debut en el palacio de mármol, logró llamar la atención de críticos como Luis Cardoza y Aragón, quien expresó sentirse “ante un géiser” ante sus cuadros que eran “un fluir de creación, con fantasía fresca, palpable, advertible. El manantial nace a borbotones, atropellándose” (Cardoza y Aragón, 1966).
Lo que prentendía Coronel era poner distancia de creadores como Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros. Su afán era lograr “la representación más pura del hombre, como los retratos de Rembrandt, que no tienen más que luz y un poco de sombra” (Mateos, 2000). El éxito que tuvo Coronel trascendió territorio nacional, ya que habían cuatro galerías dedicadas a su obra: una en Los Ángeles, otra en Michigan, dos en Nueva York y la de Carlos Conde en Puerto Rico. De su obra Coronel comenta:
“Todas las figuras de mendigos, obispos y ratas que pinto, toda esa ambientación no tiene absolutamente ninguna filosofía; fue una influencia formal tremenda que me traje de España (…) El gran gorro que ponía a las figuras era para llenar el espacio, para equilibrarlo. Las figuras salían medio híbridas; no estoy contento con ellas, pero tenían la gran virtud de que estaban muy bien dibujadas. Eso era lo que las salvaba” (Coronel, 1986, p. 176).
En 1964 la obra de Rafael Coronel se presentó en la exposición inaugural del Museo de Arte Moderno, fecha en la que también inició a pintar Paisaje abstracto para el Museo Nacional de Antropología. En 1965 recibió el premio Córdoba al mejor pintor joven de Latinoamérica en Sao Paulo, Brasil. Al año siguiente, en 1966, falleció su esposa, Ruth Rivera, por lo que el pintor se recluyó un tiempo y pintó su serie Funeral (1965-1970). Se trataron más de cincuenta telas que fueron exhibidas tanto en México como en el extranjero. Había comenzado el periodo de importantes exposiciones como Crónica humana y el Mundo Mágico de Rafael Coronel.
Referencias
Cardoza y Aragón, L. (1966). Rafael Coronel. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, 113.
Coronel, R. (1986). Rafael Coronel. En I. R. Prampolini, Historia y testimonios. Galería de Arte Mexicano. México: Ediciones GAM.
Amor, I. (2005). La familia de la galería. En J. A. Conde, Una mujer en el arte mexicano. Memorias de Inés Amor. México: UNAM.
Mateos, M. (2000). Rafael Coronel, un géiser en plena actividad. México.