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Un lustro sin José Emilio Pacheco

Si hoy viviera José Emilio Pacheco estaría a unos meses de cumplir 80 años, la misma edad que tendría uno de los personajes principales de su novela “Las batallas en el desierto (1981). Carlos, el protagonista, revela en dicha obra su devenir como adolescente y su paso por la ciudad de México a mediados del siglo XX. De niño él imaginaría la evolución de su ciudad y la describiría como una utopía al fin conquista [1]:

“Para el impensable año dos mil se auguraba – sin especificar cómo íbamos a lograrlo – un porvenir de plenitud y bienestar universales. Ciudades limpias, sin injusticia, sin pobres, sin violencia, sin congestiones, sin basura”.


Por su parte, el joven Carlos que evoca el recuerdo de Mariana al final de la obra delinearía el ocaso de la que también resulta ser la colonia de José Emilio Pacheco [2]:

“Se acabó esa ciudad. Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. Y a nadie le importa: de ese horror quién puede tener nostalgia. Todo pasó como pasan los discos en la sinfonola”

El paraíso perdido que Pacheco explicó en “Los narradores ante el público” [3] inició en Guanajuato #183 y más adelante precisa que una mitad de su infancia vivió con sus abuelos en Veracruz, donde aprendió a leer. Ahora que escribo estas líneas caigo en cuenta, casi de manera inevitable, de algunos paralelismos con la película “Roma” de Alfonso Cuarón, la primera obra mexicana que ganó el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia y que fue producida desde una plataforma streaming. Ambos creadores compartieron estos dos escenarios de sus infancias, las cuales si bien se separan por treinta años nos conducen irremediablemente a la pregunta: “¿cómo pudo pasarnos lo que nos pasó, cómo vamos a vivir en un mundo que ya es otro mundo” [4].



Este fue precisamente el punto de partida de “Las Batallas en el desierto, JEP y la ciudad escrita”, una actividad organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) a través de su Coordinación Nacional de Literatura (CNL). El evento forma parte del ciclo “Visitas literarias”, el cual recorre algunos de los barrios de la ciudad de México presentados en diversas obras literarias de la mano de especialistas en la materia. La caminata se llevó a cabo 20 de enero a las 10 de la mañana y estuvo dirigida por Carlos Antonio de la Sierra, quien reconstruyó junto con un centenar de asistentes la colonia Roma de los años cincuenta y setenta a partir de la voz los dos protagonistas del mencionado libro.

Para los que no tenemos la fortuna de residir en la ciudad de México o quienes se enteraron apenas del evento, Diego Cera [5] presentó una propuesta interesante al imaginar el qué diría Carlitos si visitara sus espacios el día de hoy. Para ello ejemplificó las transformaciones de la ciudad, como en el caso del Cine Balmori que fue reemplazado por el Laboratorio Médico Polanco y un estacionamiento.


El Balmori era uno de los cines a los cuales Carlitos asistía los viernes al salir de la escuela. Su lista incluía, además, otros más como el Roma, el Royal y el Cinelandia. Él jugaba con sus carritos en la plaza Ajusco, el mismo sitio donde según explica su padre [6] se dio un golpe a la tierna edad de seis meses y sería el origen de que en “su cerebro existiera algo que no funciona”.


Después de llevarlo con un especialista Carlitos no regresó a su escuela, ni lo dejaron salir más. Salvo los domingos que acudía a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario a escuchar misa y donde realizaría su primera comunión. Ahí le confesaría al padre Ferrán los detalles de su enamoramiento [7]:

“Como es de rigor manifesté propósito de enmienda. Pero no estaba arrepentido ni me sentía culpable: querer a alguien no es pecado, el amor está bien, lo único demoníaco es el odio”.


Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacuba, increpa al protagonista en la canción homónima al libro: “Oye Carlos, ¿por qué tuviste que salir de la escuela esta mañana”. Se trata del Colegio México, un elemento del paisaje de la metrópoli que Juan García Ponce incorpora en su obra [8].


Más adelante en la canción se encuentra el epítome del libro de Pacheco: "Por alto que esté el cielo en el mundo / por hondo que es el mar profundo / no habrá una barrera en el mundo / que mi amor profundo no rompa por ti". En sus páginas, sin lugar a duda, se vuelven definitivos los rincones de México y del puerto de Veracruz, se narra una inocencia, su pérdida y el paso inevitable del tiempo en nuestras vidas. Habrá que (re) leer a Pacheco para (re) descubrir a uno de los mayores escritores mexicanos, cuya ausencia de un lustro nos hace tanta falta en el país.

Referencias

[1] José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto, México, SEP, 2011.

[2] Op. cit., pp. 62.

[3] José Emilio Pacheco en VVAA, Los narradores ante el público, México, INBA & UANL, 2012, pp. 265.

[4] José Emilio Pacheco, El principio del placer, México, Editorial ERA, 1997, pp. 137.

[5] Diego Cera, El INBA organizó un increíble recorrido por la Roma basado en “Las batallas en el desierto”, LOCAL MX, 14 de enero de 2019.

[6] Op. cit., Las batallas en el desierto, pp. 38.

[7] Op. cit., Las batallas en el desierto, pp. 70.

[8] Ver Raúl Rodríguez Hernández, Mexico’s Ruins: Juan García Ponce and the writing of Modernity, EUA, Suny Press, 2012,pp. 76.