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En la segunda mitad del siglo XX surge una generación de jóvenes creadores que con su obra cambiaron la percepción del arte en México al marcar distancia con la Escuela Mexicana de Pintura: Alberto Gironella, Enrique Echeverría, Fernando García Ponce, José Luis Cuevas, Lilia Carrillo, Manuel Felguérez, Vicente Rojo, y Vlady. Este grupo heterogéneo alcanza tal denominación en 1988, año en el que tuvo lugar la exposición “Ruptura” en el Museo de Arte Carrillo Gil y en el Museo Biblioteca Pape que conjuntaba obra realizada por varios artistas entre 1952 y 1965.
Antes de la Generación de la Ruptura, en tiempos de la Revolución Mexicana y del muralismo como movimiento de vanguardia, artistas como Rufino Tamayo, Juan Soriano, Carlos Mérida, Gunther Gerzso y más adelante Mathias Goeritz y Wolfgang Paalen marcaron distancia con la ideología imperante. Los “Modernistas Solitarios de México” que refiere Octavio Paz (1995) y más recientemente Lelia Driben (2012) [1] tuvieron relación con las formas y propuestas internacionales. Las figuras de Rufino Tamayo y Juan Soriano fueron de particular importancia para las generaciones de jóvenes de los 50 y 60, ya que de acuerdo a Moreno Villarreal (1993) “abrieron verdaderos respiraderos en ambiente de sofocamiento para los pintores que pretendían seguir rumbos aparte de los que la cultura oficial había encumbrado”.
Si bien Octavio Paz (1987) señala que el inicio de la pintura moderna inicia con el trabajo de Diego Rivera, José Clemente Orozco,David Alfaro Siqueiros, Jean Charlot, Roberto Montenegro, Fermín Revueltas, entre otros muralistas; también hace hincapié en el surgimiento de una ruptura impulsada por el deseo de encontrar una nueva universalidad plástica que no recurra a ideologías. Subraya en este sentido la trayectoria de Tamayo, uno de los primeros creadores que se rehusaron a seguir el camino trazado por los fundadores de la pintura moderna mexicana y que se caracteriza por su libertad creadora. La escisión de Tamayo se reconoce especialmente en su obra posterior a 1940, años en los cuales se establece en Nueva York y comienza a figurar dentro de los espacios más reconocidos por la pintura internacional. Desde entonces se perfiló a la búsqueda del color y la composición estética del cuadro sin tener la necesidad de abandonar el pensamiento y el ambiente mexicano. Destaca, además, la participación de Tamayo durante la inauguración de la Galería Proteo, en 1954, con una exposición individual que abanderó a varios de los integrantes de la Generación de la Ruptura, entre los que se encuentran Enrique Echeverría, José Luis Cuevas, Vicente Rojo y Vlady. De acuerdo a Eder (1981) Manuel Felguérez señala que desde ese momento los artistas de la Galería Proteo y la Antonio Souza (que tenía en sus filas a los ya consagrados Tamayo y Soriano) compartirían la lucha ideológica que mantuvieron contra la Escuela Mexicana de Pintura. En los años siguientes Tamayo entablaría amistad con distintos artistas jóvenes, con quienes compartiría múltiples exposiciones, hasta llegar a ser considerado por Luis Cardoza y Aragón (1948) como el “decano de la Generación de La Ruptura”. Su búsqueda pictórica y poética, siempre colocando sus intereses sobre el color y la forma antes que en la discusión política, fue así un ejemplo a seguir para los integrantes de la Generación de la Ruptura.
Por su parte en 1935 Juan Soriano, oriundo de Guadalajara Jalisco, se traslada al Distrito Federal donde conoce a Tamayo, quien se convertiría en una de sus influencias fundamentales durante los próximos años. Gracias a su carisma y talento Soriano entablaría relación con diversos artistas y escritores como María Izquierdo, Julio Castellanos, Antonio Ruíz, Octavio Paz, Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, entre muchos otros. Es así como por medio de su trabajo Soriano comienza a ocupar un papel relevante dentro de la pintura mexicana. En1951 el artista realizaría un viaje a Europa donde tiene un acercamiento directo al arte abstracto, influencia que marcaría su obra posterior. El realismo dejaría de ser característica fiel en las obras de Soriano, y la plástica comienza a ser un medio fundamental para su expresión artística. A su retorno a México, las nuevas búsquedas en su pintura, más cercanas a las vanguardias europeas, no serían bien recibidas por la mayoría de la crítica y el público en general. Sin embargo, existieron algunas Galerías y escritores que decidieron arropar su nueva etapa. Soriano mantuvo una relación muy estrecha con la Generación de la Ruptura. Durante su surgimiento y consolidación fue "una pieza clave al aportar ideas, lecturas e influencias de las vanguardias europeas a los jóvenes artistas y a su búsqueda individual" (Driben, 2012). Soriano, que era un buen amigo de la madre de Lilia Carrillo, fue el primero en esclarecerle a la joven artista la alternativa de dejar el país para proseguir su carrera y conocer más de cerca a las escuelas artísticas propositivas de la época (Moreno Villarreal,1993). En 1975 Soriano regresa a París donde tendría contacto con Alberto Gironella y Pedro Coronel, quienes también residían en la ciudad y con los que desde entonces tuvo una relación muy cercana. Más adelante Juan Soriano compartió múltiples exposiciones con los rupturistas, hasta llegar a ser considerado en algunas ocasiones como parte del grupo. Sin embargo, su formación, trayectoria y cronología lo ubican en un antecedente directo de la Generación de la Ruptura junto con Rufino Tamayo. Ambos fueron impulsores de estéticas e ideologías más cosmopolitas que surgirían en México desde inicios de los 50. Con su trayectoria lograron una apertura en las distinciones y los espacios dirigidos a los artistas emergentes, pero sobretodo dieron pie a que el público interesado en el arte asimilarlo y acogiera poco a poco las nuevas formas de concebir la pintura y el mundo sobre el cual reflexiona.
Referencias
Nota
[1] En “La Ruptura y sus antecedentes” (2012) Driben ubica a Juan Soriano y su trabajo en una sección aparte dedicada a los maestros y protagonistas de la Generación de la Ruptura, apartado en el que se incluye además a Vlady.
