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Emmanuel Carballo y la crítica como combate

La Ruptura Hoy   -   Addy CP   -   02/07/2018

Concebido por sí mismo como “una figura molesta, pero necesaria” Emmanuel Carballo (1929-2014) fue un ensayista, narrador y crítico literario del siglo XX que nació en Guadalajara, Jalisco el 02 de julio de 1929. Estudió los tres primeros años de leyes en la Escuela de Jurisprudencia de la Universidad de Guadalajara antes de dedicarse de lleno a la literatura, donde transitó de la poesía y la prosa narrativa a la historia y crítica literaria. En esta última área incursionó a los 20 años en la revista Ariel y Odiseo bajo los seudónimos de Mario Calleros y Salustio Pérez. 

En 1953 se trasladó a la ciudad de México becado por el Centro Mexicano de Escritores y por el Colegio de México. De manera paralela trabajó en la UNAM como coordinador de literatura en la Dirección de Difusión Cultural. Unos años más adelante, en 1956, el Gobierno del Estado de Jalisco le concedió la medalla José María Vigil al mérito literario. Fue secretario de redacción de la Revista Universidad de México y la Gaceta del FCE; director del suplemento La Cultura en México de la revista Siempre! y colaborador de diversos medios como La Gaceta del Fondo, El Gallo Ilustrado, Ovaciones, Punto, Revista de Occidente, Revista Sur de Buenos Aires, Sábado, Unomásuno y El Universal; conductor del programa de radio “La Gaceta Cultural del Aire” y de los de televisión “Invitación a la Cultura” y “Comunicación”. 


Además de estar interesado en redescubrir a escritores del pasado se ocupó en ayudar a los jóvenes con talento a través de proyectos como la Revista Mexicana de Literatura, la cual fundó junto con Carlos Fuentes en 1955. De dicho proyecto Inés Arredondo expresó se trata de “una revista de indiscutible calidad, valiente, polémica, pero no amarillista; que mantenía su equilibrio con obras de creación, estudios y ensayos y una sección titulada “El talón de Aquiles” [1]

En 1963 se le designó presidente del Instituto Mexicano-Cubano de relaciones culturales José Martí, nación con la que estuvo muy ligado ya que de ahí trajo textos originales de escritores como Reynaldo Arenas. Al año siguiente se le nombró consejero de Empresas Editoriales.

Preocupado en hacer historia de la literatura mexicana se avocó a conocer a los escritores y a dialogar con ellos a mediados de los años cincuenta. Para Carballo la entrevista es una confesión general en la que procura estudiar la vida y obra de cada uno de los escritores desde diversas perspectivas (estudios biográficos, historias de la literatura, los trabajos de exégesis, testimonios y noticias) con el fin de revestirse de armas defensivas y ofensivas que le servirán en un combate cuerpo a cuerpo. 

En esta lucha con personajes excepcionales Carballo se valió de cuatro técnicas: la clásica (de lápiz y papel), empleando cinta magnetofónica, a través de cartas y la “absolutamente heterodoxa” entrevista imaginaria. El fruto de dicho trabajo apareció publicado primero en México en la Cultura (1958-1962) y posteriormente en La Cultura en México (1962-1965), siendo la primera de estas entrevistas la realizada a Artemio de Valle-Arizpe y el resultado final un compendio manufacturado “con ciencia y paciencia”: Protagonistas de la literatura mexicana (1965).

Unos años más adelante, entre 1966 y 1968, editó y prologó la serie “Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos”, en la que incluyó a autores como Salvador Elizondo, Gustavo Sainz, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis, Tomás Mojarro, Sergio Pitol, Juan Vicente Melo, Carlos Monsiváis y Juan García Ponce, por mencionar algunos. En cada uno de ellos ejerció la dura crítica que le caracterizó y perfiló una generación que más adelante se le conocería como Casa del Lago. El proyecto editorial emprendido en conjunto con Rafael Giménez Siles reconoció en la autobiografía un medio para conectar a escritores menores de 35 años con su público y responde a un amplio proyecto cultural en el que Carballo perseguía “convertir al escritor mexicano en noticia y a sus obras en mercancía acorde con el sistema capitalista” [2].


[Reinaldo González, Reinaldo Arenas, José Lezama Lezama Lima y Emmanuel Carballo en la puerta de la casa de Lezama Lima en La Habana-Cuba. ca. 1970 ]

La política de puertas abiertas a todo aquel que tuviese talento y lo aplicara a partir de sus primeras obras de Carballo se relacionó con un ambiente de consolidación de las instituciones culturales mexicanas. Trajo, además, consigo una profesionalización de los jóvenes escritores mexicanos, quienes vivieron una época de bonanza de 1962 a 1968 y que fueron impactados de manera crucial por la Revolución Cubana. Como bien se sabe, Carballo fue un editor oficioso de los libros que exponían los problemas y logros de Cuba, Chile, Uruguay, Brasil y Nicaragua porque le interesó ayudar a “consolidar a una generación de muchachos, a escala de idioma, de una izquierda más amplia y menos fundamentalista” [3]. Sin embargo, a finales de los sesentas se apartó de la crítica literaria después del episodio en el que el novelista Reinaldo Arenas lo acusó de haberlo denunciado como disidente y de no entregarle sus regalías por El mundo alucinante (1969). Al respecto Carballo apuntó [4]:

“Esta utopía, la crítica honrada, la he tratado de practicar en las sucesivas etapas de mi trabajo. En cada una de ellas conocí el rechazo, el silencio. Los autores enjuiciados casi siempre creyeron que minimizaba su talento por dos razones: la envidia o la ineptitud. En mi larga vida como crítico me las he visto negras. Un ejemplo, cuando me separé de la Mafia quedé solo. Perdí contactos con las editoriales, la amistad de casi toda la gente <<famosa>>”

Referencias

[1] Inés Arredondo, La Cultura en México, Suplemento cultural de la revista Siempre! núm. 196, 17 de noviembre de 1965, pp. XVI-XVII.

[2] Emmanuel Carballo, Diario público, México, CONACULTA, 2005.

[3] Emmanuel Carballo, Arenas en Cuba y Fuera de Cuba, Revista de la Universidad de México, Nueva época, Núm. 124, junio 2014. 

[4] Emmanuel Carballo, Párrafos para un libro que no publicaré nunca, México, CONACULTA, 2013.