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La Mafia de Luis Guillermo Piazza

Existen libros de nuestro acervo que consideramos “de cabecera”, no solo para los que trabajamos en el CEVIDI, sino que, resultan esenciales para quienes se integran a nuestras filas. Un ejemplo de lo anterior es La Mafia, un título psicodélico del novelista argentino Luis Guillermo Piazza, que corre un doble riesgo con su estilo. Por una parte, el empleo de múltiples intertextualidadesdificulta la lectura de aquellos que, con ojos bisoños inician en tratamiento del tema. Del otro lado, están los puristas de la lengua, quienes muchas veces tratan con reticencia el estilo del autor. De manera deliberada, a lo Yeats, Piazza se niega a utilizar mayúscula inicial, mezcla idiomas, deja espacios en blanco y utiliza de manera indiscriminada siglas en los nombres de personajes como Carlos Monsiváis, Fernando Benítez y José Luis Cuevas, por ejemplo:

  • AR – Alicia Rocha
  • CM – Carlos Monsiváis
  • JC – Julio Cortázar
  • JI – Juan Ibáñez
  • JZ – Jacobo Zabludovsky
  • RT – Raquel Tibol

Hay que “leer entre líneas”, escuchar en voz alta los pensamientos de Piazza, para “capturar” en este lenguaje críptico a cada uno de los integrantes de esta mafia. Se trata de un ejercicio de memoria y de pensamiento divergente, ya que algunas de las siglas que utiliza, por ejemplo, VL1[1], resultan ininteligibles. Se trata de una artimaña del autor para soterrar a sus integrantes, como lo explica:

“estamos cayendo más y más en lo que queríamos evitar, no hay que dar nombres, ni iniciales ni alusiones, apenas podrá decir El Café, La Librería, La Zona sin los epítetos de Rasa, Risa o Rocha, La Casa sin lo del lago, sería demasiado fácil, el libro se vendería más pero qué fácil, todos leyendo para ver a quién mencionan, todos BUSCÁNDOSE eh pillines)”.

Es probable que aparecer en esta novela era un rito de paso a “lo in”. Estar dentro era participar en la decisión de las nuevas modas, juegos, las obras que se comentarían favorablemente y, en general el rumbo de la cultura del país. Entonces, ¿por qué dejar evidencias como la fotografía del restaurante La Ópera de la Ciudad de México? Cada uno de los personajes que aparecen en esta imagen juegan un papel en el contubernio cultural: Fernando Benítez, el líder, ha dicho la última palabra antes de tomar su cubalibre, mientras Carlos Monsiváis, el vigía, lanza una mirada de reproche al fotográfo. Ahí están también José Luis Cuevas, quien empuña un arma (posiblemente un bolígrafo), mientras Carlos Fuentes frunce el ceño en franca señal contemplativa. 


Dice Michel Fonte (2017) que “el respeto, el honor y la lealtad se miden mirándose a los ojos durante una cuantiosa comida”, pero en este registro visual ninguno de los comensales lo lleva a cabo. Tenemos, entonces, que recurrir a otro material capturado desde otro ángulo, donde el foco de atención de los dos escritores visibles (de Monsiváis y Fuentes) se centra en Benítez, quien menea un cigarro entre sus dedos.


Ambas imágenes son de Héctor García, cuyo trabajo también ilustra la portada y el suplemento final del libro de Piazza. Ahí, los de La Mafia aparecen en la entrada de la Galería Juan Martín o reposan en sus pisos, mientras la obra de Fernando García Ponce los respalda. Otras escenas evocan a las míticas fiestas en las que Gabriel García Márquez baila twist con Elena Garro. Apenas son dos páginas ilustradas de miradas cómplices, sonrisas y juegos en los que una sombrilla cumple la función de una espada. Sin embargo, esta muestra nos basta para observarla bajo el microscopio que ofrece Piazza con su novela. Incluso, llegamos a pensar que el abordaje del escritor es más bien un caleidoscipio, ya que como afirma en su página inicial: “la cuestión es tratar con seriedad lo que otros trataron a la ligera y no tratar a la ligera lo que otros trataron con seriedad (…)”. Pero ¿qué es La Mafia?, Piazza explica más adelante:

Es un-estado-de-ánimo (sujeto de oración y de título intercambiable inpunemente por La Clase Media, La Felicidad, La Condición del Novelista, La Vocación del Pintor Abstracto, la Zona Rosa, La Cultura en México (antiguamente México en la Cultura), La Salud, El Matrimonio, El Patrimonio, Escribir Poesía, Ser Latinoamericano, Hacer Cine Nacional (Viento Negro), Visitar el Nacimiento de Carlos Pellicer, La Elegancia, La Moda, El Humor”.


Cada uno de los hitos más importantes de La Mafia son abordados en el libro, al menos los ocurridos hasta antes de su publicación en 1967. De tal manera que podemos encontrar alusiones a las Autobiografías Precoces, los happenings, las cartas que envió Cuevas, letras de Los Tepetatles, los equipos de fútbol de pintores vs escritores, el Salón ESSO, Confrontación 66 y el ciclo de Los Narradores ante al público. Incluso, Piazza incluye un vocabulario básico, del cual recuperamos los siguientes términos:

  • Verdaderamente: Todo lo contrario
  • Demodé: la última novela que acaba de salir, que está muy por debajo de la próxima que seguramente vendrá a estar muy por debajo de toda la producción anterior de ese escritor
  • Este país no nos merece: lo que se dice la noche del fracaso (aquello del Quid, tantos esfuerzos juntos, nos merece Honduras…)
  • Echar los tigres: cortejar

El libro se convierte, entonces, en un manual para hablar como ellos, para aproximarse a este supuesto confuso/difuso/misterioso grupo de regidores de la cultura, al que todos atacan y al que todos ansían pertenecer”Es, además, un testigo perenne de los primeros años de La Mafia, cuando estaba en pleno proceso de consolidación. No basta leerlo una vez, ya que cada nuevo acercamiento nos ofrece más elementos para entender aquellos años 60 mexicanos en los que bullía la efervescencia del cambio. 

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Nota

[1] Muy probablemente estas siglas aludan a Vicente Rojo. “L” es por linotipista, uno de sus primeros trabajos en México, y “1” es porque el integrante de La Ruptura solía ser el encargado del diseño de los trabajos de una gran parte de “los amafiados”.