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Mujeres en las artes visuales del siglo XX

En vísperas del Día Internacional de la Mujer tuve la oportunidad de releer “Ser y ver. Mujeres en las artes visuales” (2002) de Raquel Tibol, un libro que compendia reportajes, entrevistas, notas informativas, crónicas, críticas y artículos publicados sobre 25 creadoras mexicanas y extranjeras que en los últimos cincuenta años tuvieron una destacada participación profesional en el panorama artístico nacional e internacional. Dueña de una vasta cultura general y una erudición en la historia del arte Tibol realiza un repaso crítico que permite al lector entender que hablar de la mujer como una productora de artes plásticas es una de las muchas maneras de abordar su desarrollo como persona y como ser social. 

Las reflexiones de la crítica de arte sobre los avances que las creadoras mexicanas y extranjeras han logrado en el ámbito de la producción artística sobre todo en el siglo XX vinculan sus historias de vida, el contexto histórico social, sus idearios estéticos y un pormenorizado análisis de las obras y exposiciones relevantes. Destaco a cuatro de ellas por su relación con la Generación de la Ruptura:

Alice Rahon (1904-1987). Llegó a México en 1939 y tuvo su primera exposición individual en la Galería de Arte Mexicano en 1944. Primero fue poeta y publicó À meme la terre (1936), Sablier couché (1938) y Noir animal (1941), obras con ilustraciones de Yves Tanguy, Wolfgang Paalen y Joan Miró respectivamente. En su pintura hay una dominante presencia de la naturaleza con una técnica suave con brillantes acentos poéticos e imágenes dotadas de un misterio ingenuo. El año pasado el INBA recordó su 30 aniversario luctuoso con mesa y la proyección del documental Alice Rahon: la abeja negra, producción filmada justo cuando se clasificó y catalogó su archivo de artista para una exposición en el MAM [1].


Lilia Carrillo (1930-1974). Sus obras abrieron la tendencia informalista en México. Se ligó al teatro en los sesenta con la elaboración de vestuarios y escenografías. En 1965 obtuvo el segundo premio del Salón ESSO, fue miembro del Salón Independiente en 1968 y pintó un mural transportable para el Pabellón Mexicano en la Expo 70 de Osaka [2]. Sobre su obra apuntó García Ponce en Nueve pintores mexicanos (1968): “su calidad etérea, delicada, su excepcional sutileza, parecen contradecir antes que apoyar su tratamiento de los materiales, obligándolos a pasar desapercibidos, a perderse en la totalidad sin límites precisos del cuadro”.


Helen Escobedo (1934-2010). Inició su educación artística a los 15 años en el Mexico City College, con Germán Cueto. Con una trayectoria de más de medio siglo se convirtió en una de las artistas más versátiles de la segunda mitad del siglo XX en México. Experimentó con la integración del arte y el espacio, ideario que Tibol cita (2002, pp. 177) de la también creadora del espacio escultórico de la siguiente forma: “sueño con habitables creados como prolongación del entorno natural… Fundir el arte, la arquitectura y la naturaleza, viejo sueño del hombre”. Su papel como gestora cultural fue abordado en la exposición “Expandir los espacios del arte: Helen Escobedo en la UNAM (1961-1979)” en el MUAC.


Irma Palacios (1943). Estudió en la Esmeralda y presentó su primera exposición individual en 1980 en La Casa del Lago. Dos años más tarde obtiene el Primer Premio en Pintura en la Bienal Rufino Tamayo. Su pintura, de acuerdo a Teresa del Conde “está poblada de signos que no son descifrables de causa a efecto, sino polivantes, tal y como lo son las palabras que arman una frase poética”. En 2014 el Museo Fernando García Ponce presentó “El color de la tierra”, una exposición renovó sus pasiones geológicas.


Estas y otras mujeres y artistas visuales persiguieron una situación mejor en el ámbito de la producción artística y tomaron consciencia de sí mismas como capítulos importantes del arte moderno. La historia del arte mexicano tuvo un largo rezago y aún quedan mucho camino por recorrer para desentrañar una concepción no androcéntrica del sistema de percepciones y de la producción estética. Esto claro no significa, como diría Leonora Carrington (Tibol, 2002, pp. 60) que las mujeres sean mejores que los hombres o viceversa, sino que “la principal preocupación de los oprimidos es dejar de estarlo”. 

NOTAS

[1] Hoja de sala de la exposición “Alice Rahon. Una surrealista en México (1939-1987)”. Disponible en https://goo.gl/wDn3Ja. 

[2] Sobre este proyecto pueden consultar en una publicación anterior del Blog CEVIDI http://investigacionlaruptura.org/blog/muralismo-y-ruptura.